Este post podría llamarse también “sobre el don de la oportunidad” o “de las casualidades”. Estaba intentando escribir alguna cosa referida a la enseñanza básica y para ello estaba revisando cosas ya leidas y escritas, y en estas topé con un trabajo que hice hace un montón de años para una asignatura de la titulación de pedagogía y que fue encargado por Juan Manuel Escudero, uno de mis referentes pedagógicos al que tuve la enorme suerte de tener como profesor en dos asignaturas en la carrera. Pues el caso es que en una parte de ese trabajo me encontré con unos párrafos en donde revisaba pensamientos de Amartya Sen y de Teresina Azeredo Rios y me di cuenta que son reflexiones que hoy cobran mucha relevancia, particularmente en estos tiempos de crisis cuando muchos defendemos lo imprescindible de invertir en educación, pero muy especialmente si queremos que nuestra reivindicación sobre la importancia de la educación no se funda con el espíritu mercantilista que parece que es lo único que justifica todo en nuestros tiempos. Os dejo con los párrafos de los que os hablo: La teoría del capital humano, enunciada por Gary Becker en 1962 (y con gran repercusión en el mundo de la economía de las naciones), afirmó, basándose en los datos de crecimiento económico de diferentes naciones del mundo, que los gastos “propios” de las personas (salud, educación, ocio, etc.) no se podían considerar gastos de consumo, sino gastos de inversión; así, el gasto en educación para un trabajador estaba más que justificado, en tanto que suponía una inversión en uno de los capitales o materias que mejoran sensiblemente el rendimiento en un proceso productivo cualquiera, y la mejora en los procesos productivos aumenta los ingresos y por ello optimiza las condiciones de vida de los seres humanos. Es una forma de relacionar la educación con la mejora de la vida de las personas a través de la mejora de la economía; sin duda es una forma de verlo, simplista y desde luego ignorante de la principal condición de esa “materia prima” –su condición humana, pero es ésta visión una de las que sigue fundamentando, incluso hoy día, la visión acerca de la economía de la educación en nuestro mundo. Pretender que la educación es útil gracias a que el hombre es una materia prima que trabaja en la producción y a que le mejora, en tanto que materia prima -aunque pueda ser verdad de cierta forma-, es una visión deshumanizante de la educación y de la sociedad. Para contrarrestar esta visión parcial del valor de la educación en nuestro mundo, Amartya Sen vá más allá de la mera enunciación de la educación como capital humano y hable de la educación como una oforma de invertir en capacidad humana, proponiendo un matiz que considera del todo relevante: “…Si la educación hace que la persona sea más eficiente en la producción de bienes, es claro que hay un mejoramiento del capital humano. Este mejoramiento puede agregar valor a la producción de la economía y aumentar el ingreso de la persona que ha sido educada. Pero aún con el mismo nivel de ingreso, esa persona puede beneficiarse de la educación por la posibilidad de leer, argumentar, comunicar, elegir con mayor información, ser tenida en cuenta más seriamente por otros y así sucesivamente. De modo que los beneficios de la educación son mayores que su función de capital humano en la producción de bienes. La perspectiva más amplia de capacidad humana puede abarcar –y valorar– estas funciones adicionales…” (Sen, 2004:2) Con este matiz, el Nobel indio concibe el valor de la educación en sí misma, en tanto que posibilitadora de una mayor libertad personal del ser humano, en su sociedad, la educación que le permite no sólo producir más, sino ser progresivamente más dueño de su porvenir y “dirigir mejor su propia vida” (2). Sen además afirma que lo importante como finalidad última es la expansión de la libertad humana para vivir el tipo de vida que la gente juzga como valedera”, en esa medida, el desarrollo económico puede ser una forma de expandir este tipo de posibilidad, pero sin duda debe ser integrado en un proceso de desarrollo mucho más amplio que tenga al hombre como finalidad. “Finalmente, es importante también recalcar también el papel instrumental de la expansión de la para generar el cambio social”. No educamos al hombre para que produzca más y traiga desarrollo económico, el desarrollo económico y la educación deben permitir al hombre realizarse de manera más completa, deben hacerle mejor miembro de su sociedad y en últimas poder ser dueño de su propio porvenir. Feliciudadanía Tras estas reflexiones acerca de cuál debe ser la misión que se encarga al docente, creemos que a modo de conclusión e invitación a la reflexión, la aportación de la Doctora Teresina Azerêdo Ríos (2003) resulta muy globalizadora y nos permite atender a la mayoría de los supuestos que hemos visto anteriormente, además de proponer una nueva palabra que sirve para reunirlos en un solo concepto: La Feliciudadanía, por ello nos centramos en su trabajo. Para fundamentar su idea, la profesora Ríos dice que “La tarea fundamental de la educación, de la escuela, al construir, reconstruir y socializar el conocimiento, es formar ciudadanos y, por tanto, contribuir a que las personas puedan participar de forma creativa en el contexto social del que forman parte, ejercer sus derechos y, de esa manera, ser personas felices de verdad. Ese es su objetivo final… …Podemos precisar más la idea de felicidad, si la contemplamos como la concreción de una vida digna, la realización –siempre buscada – del ser humano, que se enmarca en un proceso, y que no sólo se da de forma individualismo que cobra sentido peno en el seno de la colectividad, en el ejercicio conjunto de la ciudadanía” (Ríos 2003:20) La autora abunda en dos cosas, en lo inacabado de la noción de ciudadano, es decir que cada uno y su educación van formando día a día su ciudadanía y que debe ser algo a construir a diario; y en que la ciudadanía es un proceso social, que sin socialización no existe, y que por lo mismo se basa en la comunicación; en este mismo sentido “la enseñanza es un proceso de comunicación”, por lo mismo es erróneo el planteamiento de “dar clase”, en realidad se trata de “hacer clase” hacerla no sólo dentro, sino fuera del aula; dicha noción implica a los profesores con los alumnos, les involucra y les hace interdependientes en ese proceso de construcción. Así, la autora afirma que la verdadera misión de la educación es conseguir la Feliciudadanía, entendida ésta como la plenitud de la felicidad del individuo y de su condición como ciudadano en un entorno de democracia. Importante tener en cuenta que, aunque estas palabras pueden tener definiciones relativas en el tiempo y en el espacio, la autora las define aquí en una visión de valor universal de la siguiente manera:
Democracia: “La democracia es un valor universal porque se refiere a la creación y mantenimiento de una vida digna. Pero esta dimensión universal no evita la presencial de su carácter histórico, que se manifiesta en las diferentes concreciones que presenta en las diferentes sociedades” (p.88) ahora bien, como forma de gobierno o régimen político, no basta el espíritu de la participación, dice la autora que “No basta con tener derecho as participar sino que es necesario que se creen las condiciones efectivas para esa participación. Cuando la democracia política no se acompaña de la democracia económica y social, se daña el concepto de ciudadanía” (p.91)
Así pues, desde esta perspectiva se define:
Ciudadanía: “Implica la conciencia de pertenencia a una comunidad, así como de responsabilidad compartida. Por ello, nos referimos a una ciudadanía que adquiere sentido en un ámbito de participación democrática, en el que se respete el principio de solidaridad…”(p.92)
Felicidad: “… entra en escena la felicidad como objetivo de la vida que se experimenta de forma colectiva. La finalidad de la actuación humana y de la relación entre los seres humanos es la vida feliz, que es sinónimo de vida digna” (p.94) identifica la felicidad con la de bien común, bien colectivo.
Referencias
Rios, T.A. (2003) Comprender y Enseñar: Por una docencia de la mejor calidad. Barcelona: Graó
Sen, A. (2004) Capital Humano y Capacidad Humana Foro de Economía Política- Teoría Económica. [04-01-2005] en http://www.red-vertice.com/fep
Amartya Sen y es un Hombre 🙂
Toida la razón! sabía que era un hombre, pero la errata se me había colado… Mil perdones al Nobel y mil gracias a tí por reparar en el error!