Nihil novum sub sole –no hay nada nuevo bajo el sol–… aunque su ausencia se nota mucho…
Conseguir dedicarte desde el “principio de los tiempos” a una disciplina confiere a una persona una visión excepcional sobre esa disciplina y le permite además un recorrido vital que pase del enamoramiento y del encandilamiento de la novedad constante, al amor profundo de quien ha sido capaz de ver más allá de lo que las fronteras de esa disciplina, siempre en proceso de expansión –el caso de la tecnología educativa–, le permite ver. Si además si tu altura física y personal te confiere una perspectiva mayor que la de los demás humanos a tu alrededor, la profundidad que tiene tu conocimiento sobre todo lo que afecta a esa disciplina te convierte en un profesional extraordinario.
Esa extraordinaria visión y perspectiva te regalan unas gafas de sol que te protegen del excesivo encandilamiento ante las novedades de un campo como la tecnología educativa que siempre está en constante movimiento y cuya velocidad, siempre en proceso de aceleración, puede hacerte perder el norte de hacia dónde dirigirte y de cuáles son las verdaderas fuentes de complejidad importantes en tu campo.
Siempre pienso en Paco Martínez como el nihilnovumista por antonomasia. Cuando llegué a mi grupo de investigación de la mano de MPaz Prendes –de quien yo era primero estudiante y después alumna interna– su presencia, historia, personalidad, calidez, lo impregnaban todo. Me permitió decirle “Paquito”, aunque su envergadura personal y profesional hacían que el diminutivo resultara del todo inapropiado, y me permitió discutir de lo divino y de lo terrenal hasta límites casi nunca admitidos por alguien en su situación profesional en la academia.
Tuve la suerte de viajar con él, de apreciar los amaneceres en sitios diferentes, de oír sus historias, de entender muchas de las dinámicas de la universidad con él, de aprender de las bases con él. Aprendí a sentir poco o ningún miedo a los “popes” gracias a que él ya había visitado, escrito e invitado a los popes a Murcia cuando Murcia era un sitio MUY diferente (conservo en mi despacho la correspondencia con Tony Bates o con Clark cuando vinieron a Murcia allá en los años 80), y tengo la suerte de hablarme de “tu” con muchos de sus amigos que ahora son, felizmente, también los míos.
Heredé felizmente su red de contactos y sus gafas nihilnovumistas, a las que he intentado equipar con algo de mí misma para no dejar de maravillarme pero para mirar desde muchos sitios esa pasión que él también nos dejó en herencia, la educación.
Sigo intentando, como cuando él estaba con nosotros –con nosotras–, seguir –real y metafóricamente– los pasos largos que daba al caminar.
Y por eso y por muchas cosas más… le echaré mucho de menos.
Gracias Paco.