Estos post de opinión son tan interminables como mi verborrea, pero vale, tengo que explicarme :-). Lo siento por vosotros.
A cuentas de la polémica sobre el plan de Zapatero para llevarnos a la Escuela 2.0 por el camino de tierra (aquí tenéis un buen resumen del estado de la cuestión si es que no habéis leído el post anterior), mucho se ha dicho esta semana sobre calidad de la educación. Hemos tenido –en virtual y en presencial- discusiones francamente interesantes en las que coincidimos en que mucho de lo imprescindible en la apuesta por una escuela buena (no sólo mejor que la que tenemos, buena, que es a lo que deberíamos aspirar), pasa por un tener profesorado de calidad. Incluso en el twitter Pedro (@pvil) nos recordó un informe de 2006 sobre las estrategias que siguen los países más exitosos en educación (Informe McKinsey y traducción al español por EDUTEKA), y gran parte de ellas pasaban por escoger a los mejores alumnos y a los más preparados para, tras ofrecerle una educación profesionalizadora de gran calidad, acompañarles en la tarea de formarse ya en la práctica, para después exigirles en consecuencia.
Mientras leía las conclusiones de ese informe pensaba en mis alumnos, en mí, en mis compañeros, en mis maestros, en los otros maestros… en fin, en todos un poco. Creo que todos somos conscientes de nuestra parte de culpa (claro, hablo de todos los que discutíamos esta semana 🙂 y no éramos muchos), aunque yo creo que hay cosas de las que somos muy inconscientes; por ejemplo de la calidad y el potencial de nuestros profesores.
Si miramos con un poco de perspectiva a mi facultad (donde se forman nuestros maestros), vemos que en realidad tenemos una muestra de gente buenísima, los tiempos en los que estudiaba magisterio “cualquiera”, incluso sin aprobar selectivo, han pasado y la relación oferta/demanda de plazas en las diferentes titulaciones ha hecho que entren en cada especialidad de maestro los que la escogen en primera opción y que entren con medias francamente altas (por ilustrarlo con realidad, según datos del MICINN sobre acceso a la U. de Murcia del curso 2008-2009, las notas de corte de las diferentes especialidades fueron: Magisterio de Ed. Musical: 5,92; Ed. Especial: 6,27; Ed. Física: 6,33; Ed. Infantil: 6,75; Ed. Primaria: 6,92 y Lenguas Extranjeras: 7,63, habiendo ofertado cada especialidad 125 plazas). Es decir, la cosa no va de materia prima.
Sin embargo creo que nos hemos empeñado en considerarnos (y digo “nos” porque yo también doy clase en la escuela pública, aunque no básica) y conformarnos con ser menos capaces.
Lo ilustro con realidad también. 2 realidades.
REALIDAD 1: De los que no exigen
Durante esta semana, y algunos días de las semanas precedentes he tenido unas cuantas discusiones sobre lo que yo opino que debe ser mi clase (soy profe, entre otras, de Nuevas Tecnologías Aplicadas a la Educación para 4 de los 6 magisterios de mi facultad en su último año de carrera) y lo que yo hago en mis clases. La polémica esta vez iba de por qué yo exigía a mis alumnos unos mínimos de competencia didáctica y digital para venir a mi clase; sobre la competencia didáctica (saber lo que es un objetivo, una estrategia didáctica, vaya, contenidos de 1º y 2º de carrera) no ha habido mayor polémica, el problema es la competencia digital. Aclaro, ¿qué les pido? exactamente exijo: tener un correo electrónico (como sabéis ahora al entrar en la carrera la universidad te da uno), saber abrir y cerrar ventanas del ordenador, saber enviar un correo electrónico con un anexo, y saber hacer un documento de texto simple, ah! Imprescindible, encontrar el botón “incio” y saber buscar en el google (nivel inicial). Evidentemente no les niego mi clase si no lo saben hacer (como si no saben lo que es un objetivo en 3º de carrera), pero no les enseño a hacerlo, sino que les remito a que se pongan las pilas y aprendan para que no se queden atrás con la asignatura, de hecho les pido que se enconmienden a “San Google” y busquen manuales, cursos, ayudas, etc.
Pues no lo ven claro. De hecho, ya uno de ellos me dijo que esperaba que yo se lo enseñara en mi clase (lo de abrir y cerrar ventanas y enviar un correo), y que no le puedo exigir que se busque la vida porque tengo que tener en cuenta que eso no es algo que le pueda exigir a su edad (estamos hablando de un estudiante mayor, que insinúa en su comentario que en la universidad pública –si, la que pagamos todos- a los más jóvenes SÍ puedo exigirles todo, pero que el nivel de exigencia va reduciéndose con la edad). Y yo me niego, y me justifico con un ejemplo:
Si un estudiante de ingeniería llega a su clase de física aplicada de 1º y no se sabe las tablas de multiplicar, ¿debe el profesor de física aplicada enseñárselas? ¿El alumno se lo exigiría? ¿O es el alumno quien debería plantearse ponerse al día antes de intentar eso para poder sacar el máximo de su profe de física?, en este caso el disparate salta a la vista ¿por qué en magisterio no? ¿por qué en cosas relacionadas con tecnologías –que ya se incluyen en los contenidos mínimos de secundaria- no?
Realidad 2: De los que no esperan
Esta mañana he leído en la Bitàcola deMestraTic un post con unas cuantas opiniones a cuentas del proyecto piloto y plan de implementación de libros digitales y ordenadores portátiles en Cataluña(Gratuïtat del llibre de text – Format digital i model 1:1) , se titula “El projecte 1:1… Anem encaminats?”; leí el post, muy interesante, y además leí los comentarios. Uno de ellos me sorprendió especialmente (léase: me dejó estupefacta), así que con mi falta de vergüenza para la traducción de idiomas desconocidos, me voy a permitir traducir la literalidad de la frase en catalán que me sorprendió (amigos Catalano-parlantes, corregid):
“Avui però, la gran majoria del professorat vol poder fer la feina agafant continguts de qualitat més o menys garantida, i no haver de generar-ne ells mateixos, perquè no tenen temps, no tenen ganes o no en saben, i no veig que això sigui especialment criticable. La tasca del docent en el seu dia a dia ja és prou complicada per a demanar-li segons què”.
“Hoy en día sin embargo, la gran mayoría del profesorado desear poder trabajar utilizando contenidos de una calidad más o menos garantizada, y no tener que generarlos ellos mismos, porque no tienen tiempo, no tienen ganas o no saben, y no veo que eso sea especialmente criticable. La tarea del docente en su día a día ya es bastante complicada para pedirle según qué cosas”
Y pensé… yo me niego, y me justifico con un ejemplo, absurdo, pero ejemplo:
Usted va a un hospital y le dicen: “Lo siento en este hospital muchos médicos no le operan a usted con un bisturí, sino con una cuchara, es que ya tienen bastante faena, para que encima tengamos que pedirles que se actualicen. A lo mejor no tienen ganas, o no saben cómo se hace y la dirección no ve eso especialmente criticable”.
Es absurdo, realmente absurdo!
En un médico no se admite, pero justificar la pasividad, ignorancia y desmotivación del profesorado es perfectamente admisible ¿? Uff… me niego.
Matizo, NO CREO que el mejor profe sea el que más cacharros usa, los cacharros son sólo cacharros. De hecho creo que, como dice A. Bartolomé a cuentas del audiovisual en el aula, 15 minutos de buen profesor son mil veces mejores que 15 de buen vídeo. Ahora, un maestro –en especial uno de enseñanza básica- enseña cosas para vivir en el mundo, y en el mundo es imprescindible aprender más cosas que lo que las editoriales ponen en sus libros, y el mundo de hoy –que es en el que viven nuestros alumnos- sin tecnología no existe.
Sé que los profes van desbordados de trabajo, sé que no son la única causa de lo que hay en la escuela (yo también, y la institución en la que trabajo, somos parte de las causas), pero sé que no es por incapacidad.
Creo que tenemos buenos maestros, buenos estudiantes de magisterio y que podríamos hacer maravillas si creyéramos más en ellos y les exigiésemos más. Si no nos conformásemos con que nos diesen lo que nos dan, o con sus pocas ganas o su ignorancia. Si no lo sabes hacer, lo aprendes, si no te motiva, te motivamos, si no te gusta, no estés aquí…
Hemos llegado al colmo de justificar la desprofesionalización de uno de los gremios más cruciales en la formación de una sociedad, en la formación de sus ciudadanos. A conformarnos con lo que quieran hacer y a negar con esa base la oportunidad a otros de disfrutar de inversiones más activas, rompedoras, innovadoras. Porque no olvidemos que no está mal pensar en empezar con libros digitales libres para las escuelas, si este fuera un paso, mientras hacemos formación, incentivación de buenas prácticas docentes, trabajo en colaboración, etc.; el problema es que es LO ÚNICO, LA GRAN PANACEA, porque “como hay tantos que son incapaces, están desmotivados o simplemente son ignorantes, y no es especialmente criticable, habrá que darles algo con qué trabajar!”
Ya sé que soy joven y se me pasará (espero que no), pero al menos por ahora, YO, me niego.
Y haces muy bien en negarte. Ojalá sean multitud l@s que se nieguen…
Estos días he tenido que oír en varias ocasiones la frase «pues yo me jubilo», un equivalente a «pues yo me niego» a raíz de la digitalización incipiente.
Pues yo me niego a que se nieguen… y mucho más quienes aún no han empezado.
¡Faltaría más!
Saludos y buena educación.
Todo esto no pasaría si la ley les obligara con objetivos concretos sobre tics en todas las etapas. Si la inspección funcionara.
Tampoco pasaría si mucha gente no eligiera estudiar magisterio porque «es fácil», «son sólo tres años» y «eres el funcionario con más vaciones del estado». Estos argumentos los he oido yo en la facultad de educación de Murcia a más de un alumno.
Nos va a pasar con las tics lo mismo que nos ha pasado con los idiomas, que hemos tardado más de veinte años en darnos cuenta que algo fallaba.
Después de pasar la EGB, el bachillerato y el COU dando de dos a tres clases de inglés a la semana y superar la selectiva, la gran mayoría de mi generación, no puede mantener ni tan siquiera una pequeña conversación en inglés, ni entender una película en inglés y a duras penas es capaz de leer un texto en inglés, con ayuda de un diccionario. ¿A quien no le ha pasado esto?, a aquellos que sus padres se pudieron permitir pagar clases particulares, enviar a sus hijos a inglaterra los veranos, de erasmus en la universidad, etc. ¿Y los demás qué?. Con las nuevas tecnologías va a pasar lo mismo. El que tiene pc e internet en su habitación será un adulto tecnológicamente apto y el que no será poco más que un analfabeto.
Ahora cuando intento hablar inglés o escribir en un foro en inglés me siento avergonzada de no ser capaz de hacerlo pero ¿quien debería de estar avergonzado?, ¿todos mis profesores de inglés que me aprobaron durante toda mi vida académica?, esos profesores que la mayoría «no sabían hablar inglés y estaban dando inglés», o quizá, ¿Se deberían de avergonzar los profesores de la facultad que aprobaron a esos alumnos de magisterio y los «capacitaron para enseñar inglés»?, o por último, ¿se debería de avergonzar el que hizo una ley de educación que permitía que un alumno pasara más de 10 años recibiendo clases de inglés y acabara sin ser capaz de pronunciar una palabra?. Las consecuencias de todo esto, UNA VERGUENZA NACIONAL.
Con las nuevas tecnologías nos va a pasar lo mismo como no andemos listos.
Hay que obligar a los alumnos de magisterio a que conozcan las herramientas tecnológicas que están a su alcance. Hay que obligar a los maestros de «la vieja escuela» a que se actualizan, o a caso a ellos les pagan en pesetas en lugar de en euros?, si su sueldo se actualiza por que no se actualizan ellos?, ¿y si los profesores que no pasaran una prueba anual de competencia tecnológica no se les hiciera la correspondiente subida de sueldo? ¿se pondrían las pilas entonces?