Desde hace un tiempo, desde estos mundos de la educación y además desde los de la economía y la empresa, se ha venido diciendo eso de que los procesos de resolución de problemas son más eficaces cuando se hacen en equipo.
Insistimos en modelos de aprendizaje en cooperación (los clásicos modelos de Johnson’s & Jonhson’s), modelos de trabajo y de enseñanza en colaboración (remitamonos al trabajo de Prendes en España y a los de Dillenbourg en el panorama internacional), enaltecemos las bondades del trabajo en equipo… incluso algunos han aventurado y teorizado con mayor o menor fortuna sobre la «Sabiduría de las mutitudes» (en esta página encontráis un resumen)…
Pero al final siempre surge una duda de tipo práctico… ¿cuántos son un buen equipo?, ¿cuántos multitud?, ¿cuántos masa?… ¿cuál es el tamaño ideal de un grupo de trabajo que tenga como finalidad resolver un problema?… ¿cómo podemos orientar a los docentes que se plantean el tamaño idóneo de los grupos de trabajo?…
Pues el Investigador Patrick R. Laughlin de la Universidad de Illnois (junto a su equipo… que siempre hay un equipo detrás ;-)) parece haber llegado a alguna conclusión en uno de sus más recientes estudios. Según parece, los equipos de dos personas funcionan al mismo nivel que funcionan los individuos por separado… el gran cambio cualitativo en la resolución de los problemas sucede cuando aparecen 3 individuos en el equipo, 3 y sólo 3, porque cuando se agregan más miembros a la terna no se aprecian resultados significativamente diferentes…
Según parece en el trío está la virtud… 😉
madre mia!!!
pero que bien esribes…